La Depresión: cuando no se ha podido perder

La depresión es la principal causa de incapacidad en todo el mundo. De ahí, que gran parte del interés de los profesionales de la salud mental esté dirigida a su tratamiento.
Mucho se dice a cerca de esta grave dolencia que disminuye significativamente la calidad y la esperanza de vida de tantas personas a lo largo y ancho del planeta. En este artículo, pretendo señalar algunos aspectos que pueden contribuir a identificarla y comprender de qué se trata.
La Pérdida
A lo largo de la vida, atravesamos por una multitud de
pérdidas más o menos importantes. Las pérdidas son algo consustancial a la vida
humana y poder tramitarlas tiene una importancia crucial porque sólo cuando
aprendemos a perder nos es dado poder ganar.
Para ilustrar esto pondré un
ejemplo muy tonto que muchas y muchos hemos experimentado habitualmente. ¿Qué
sentís cuando vuestro despertador comienza a sonar a las 6 de la mañana? Aunque
parezca una tontería, este es un momento de pérdida, ya que supone renunciar al
bienestar que nos genera el estado de dormir. Sin embargo, haciendo un esfuerzo
(o un inmenso esfuerzo para algunos), podemos ponernos en pie, hacernos un café
y unas tostadas y prepararnos para comenzar el día. Si podemos comenzar el día,
ir a trabajar y conseguir el dinero que nos permite pagar las facturas es
porque hemos podido despedirnos de ese magnífico placer que supone seguir
durmiendo. Hemos elegido perder (confort), para poder ganar (nuestro sustento).
La mayor parte de las pérdidas que experimentamos forman parte de nuestra evolución vital: cuando crecemos debemos atravesar por la pérdida del espacio seguro y dependiente de la niñez para poder ganar nuestra condición de adultos autónomos y responsables; cuando nos emparejamos debemos despedirnos del estilo de vida que acompaña a la soltería, cuando somos padres debemos abandonar la posición de hij@s para poder ser esa figura parental que nuestra criatura necesita; cuando envejecemos decimos adiós a la belleza, a la fuerza y a las capacidades físicas y mentales que van menguando para dar paso al inexorable declive que conlleva la vejez. Debemos decir adiós a personas muy amadas, abandonamos ideales para abrazar otros nuevos, nos mudamos de barrio y, a veces, de ciudad o de país, y rompemos relaciones con amigos y parejas.Hay pérdidas, en cambio, que vienen a nuestro encuentro de una forma abrupta. Rupturas dolorosas, muertes inesperadas de seres muy queridos, accidentes, decepciones, despidos, enfermedades, etc.Por desgracia, no siempre estamos preparados para poder acometer el enorme trabajo que implica poder tramitar tantos las unas como las otras.
El Duelo
Cuando enfrentamos una pérdida, hemos de realizar un trabajo psíquico,
algo así como un camino interior, para poder despedirnos de aquello que perdimos. A este proceso lo llamamos “duelo”. Emociones como la tristeza nos empujan a un recogimiento que nos ayuda a tomarnos ese tiempo necesario que, a la larga, resulta reparador
. Este proceso, que tiene una duración que varía en función de cada persona, viene acompañado de numerosas emociones que van desde la incredulidad, la ya mencionada tristeza, la ira hasta llegar a la resignación, antesala de la aceptación, momento en el cual estamos preparados para poder decir adiós definitivamente y proseguir nuestro camino con nuevas ilusiones. Sin embargo, no siempre nos es posible el arduo trabajo que conlleva el proceso del duelo. A veces, la pérdida es tan intensa para nosotros que nos desborda psíquicamente y no encontramos la forma de tramitarla. Para protegerse de la devastación, algunas personas la niegan, mientras que otras parecen quedarse congeladas durante años y años enganchadas a eso que perdieron. Pero las pérdidas son como las termitas, llegando a carcomer todos los rincones de la vida psíquica. Y pasa que, en ocasiones, de repente llega un día en que uno comienza a experimentar un malestar muy intenso sin saber por qué. Una falta de motivación, una pérdida del deseo sexual, un continuo sentimiento de cabreo, una tristeza difusa, una adicción e, incluso a veces, una enfermedad….
Los niños, por cierto, son seres especialmente vulnerables a estas situaciones y se hace imprescindible darles un espacio para que puedan elaborarlas a través de la palabra, el juego, los cuentos y los rituales de despedida. Los terapeutas encontramos muy a menudo a pacientes adultos que llegan a consulta con síntomas de ansiedad, problemas de pareja, adicciones, episodios de violencia en la pareja o en la familia, etc, bajos los cuales subyacen duelos enquistados por pérdidas muy antiguas que no se pudieron atravesar de manera adecuada.
¿Cómo se manifiesta la Depresión?
Cuando hablamos de depresión o de estados depresivos, generalmente pensamos en estados de decaimiento profundo que nos inhabilitan para la consecución de nuestras actividades y responsabilidades diarias. Sin embargo, aún siendo muy acertada esta percepción, a veces la depresión se encuentra camuflada bajo la apariencia de:
- Falta de motivación (o aparente pereza) y de ilusión por los proyectos vitales, profesionales, académicos, sociales, familiares o sentimentales.
- Ira y rabia sin fin hacia la familia, los amigos, la pareja, la sociedad, determinados colectivos o grupos étnicos, etc.
- Algunas enfermedades orgánicas.
- Autocrítica exagerada.
- Adicciones, que suelen estar muy arraigadas.
- Crisis de angustia o estados de ansiedad.
- Problemas en las relaciones con los demás.
- Inhibición y fobia social.
- Falta de deseo sexual, etc.

Explicar aquí los mecanismos psíquicos de la depresión es algo muy complejo que escapa a las pretensiones de este artículo. Mi interés fundamental al escribir estas líneas es insistir en la importancia radical de poder tramitar las pérdidas. Esto implica poder dolernos, poder derramar a su debido tiempo las lágrimas que pugnan por ser derramadas, poder vivir y expresar la furia, los autorreproches, el arrepentimiento, el sentimiento de derrota, de pequeñez, de vulnerabilidad ...poder experimentar todas esas emociones que popularmente llamamos "emociones negativas". Emociones que son tan importantes y necesarias para nuestra supervivencia, como la alegría. Aunque, hay que admitirlo, se trata de emociones que no son fáciles de experimentar porque nos generan un gran malestar. Además, la sociedad actual no nos anima, precisamente, a darnos un espacio para poder hacerlo.
Muy al contrario, la cultura contemporánea parece querer negar o tapar todo aquello que no esté relacionado con el “éxito” y la “felicidad”, negando así una realidad fundamental y dificultando que nos podamos poner en contacto con nuestra emociones. El duelo es algo temido. Cuando alguien llora una pérdida, la idea de la "depresión" sobrevuela la cabeza de muchos. En realidad, se trata de todo lo contrario. Anestesiar el dolor por una pérdida, ya sea con ansiolíticos, con un optimismo mal entendido, o con el silencio, suele constituir una huida hacia adelante que puede desembocar a medio plazo en aquello que queremos evitar: la depresión.
Por otro lado, hablar con alguien de aquello que nos duele es terapéutico
porque poner palabras a nuestra experiencia nos ayuda a elaborarla y a poner una distancia protectora. Sin embargo, esto tampoco es tarea fácil, dado que aquellos destinados a escuchar deben contar con un requisito principal: haber podido, a su vez, estar en contacto con sus emociones y haber podido tramitar sus pérdidas de manera adecuada. ¿Por qué? Porque las emociones y las ideas que no puedo tolerar en mí, no las puedo tolerar en los otros, ya que me remiten a eso tan mío que tanto rechazo. En no pocas ocasiones, esa persona que tanto necesita hablar, se encuentra con frases como “Venga! Anímate. Sé positivo. Sé fuerte. Míralo como una oportunidad”. No. No podemos ser fuertes sin antes habernos conectado con nuestra vulnerabilidad. No se puede sonreir sin haber podido llorar previamente
. Y resulta trágico que una palabra que necesita ser escuchada se ahogue en un muro de piedra.
No obstante, esta no es una invitación a convertirnos en plañideras. En realidad, mi intención es animar a quienes estáis leyendo estas líneas a que os reservéis un tiempo de introspección en el que podáis entrar en contacto con vuestras emociones y tengáis la oportunidad de preguntaros de dónde vienen. Más aún, os invito a realizar el complicado trabajo de preguntaros hasta qué punto vuestras pérdidas pasadas han dado forma a vuestros odios, tristezas y dificultades actuales. Cuando empezamos a hacernos preguntas sobre nosotros mismos, estamos iniciando el camino del autoconocimiento….el genuino camino hacia la transformación.
Patricia Truchado
Psicóloga - Psicoanalista
620 420 928
El Blog de Psicosubjetivo






