El "mandato del éxito"
El mandato del éxito nos dice que todo lo que uno desea puede ser alcanzado. Y esto es algo que, paradojicamente, causa una gran infelicidad. Sin embargo, hay una forma de desafiarlo.

Vivimos en el mundo de "todo es posible", vivimos bajo el mandato del éxito. El éxito como una imposición simbólica, según la cual, todo lo que uno desea puede ser alcanzado. Pero ¿qué pasa si no logras lo que deseas?
Cuando no consigues aquello que te has propuesto, te enfrentas a la frustración lógica de no haber alcanzado la satisfacción que se deriva de obtener lo que anhelas, pero además estás avocado a sufrir por la culpa que emerge cuando uno no ha hecho lo que, de antemano, se daba por hecho que podía hacer. En este mundo en el que parece que todo puede (y debe) ser alcanzado, fracasar es un pecado que no tiene redención . Y a veces el peor juez de uno, es precisamente uno mismo. Porque la omnipotencia se paga con el precio de la culpa persecutoria (Mariela Michelena, "El amor en tiempos de Google", 2015)
La cruz que debemos soportar en la actual sociedad del éxito es que no podemos no poder (Mariela Michelena, "El amor en tiempos de Google", 2015)
"Todo es posible", por lo tanto debemos poder. Ese es el mandato. No hay lugar para el fracaso, no hay lugar para la frustración. Parece que el que no puede "no se lo merece”, “no ha hecho todo lo que estaba en su mano” o quizás, “en realidad no lo quiere lo suficiente". Lo que llama la atención es que en la actual sociedad del éxito no se contempla la posibilidad de que, por mucho que uno lo merezca, por mucho que confíe en sí mismo, se esfuerce y desee conseguir algo, hay cosas que uno no puede conseguir, sencillamente, porque no somos seres omnipotentes, no somos dioses. Y he aquí la clave del asunto: según el mandato del éxito, los humanos podemos jugar a ser dioses. Sin embargo, hay algo que no parecen tener muy en cuenta quienes creen a pies juntillas este imperativo, y es que la realidad siempre encuentra la manera de abrirse paso y manifestarse ante nuestros ojos. Cuando eso sucede, cuando uno se ve confrontado con el hecho de que no lo puede todo, corre entonces el riesgo de caer en la más absoluta de las desazones, quizás incluso en una depresión, al haber perdido de vista la medida de sus capacidades y la medida de sus limitaciones. Ahora, uno no sabe bien de qué es capaz y, al no haber logrado lo que daba por sentado que podía (y debía) lograr, suele caer, no sólo en la culpa persecutoria, sino también en ese otro reverso de la omnipotencia: la impotencia, "Si no lo puedo todo, entonces es que no puedo nada" .
Exige un esfuerzo enorme desafiar este estado de cosas porque llevamos el mandato del éxito grabado a fuego. Ya a mediados del siglo XX, Erich Fromm nos advertía que desde el mismo momento en que se nos dice que tenemos que conseguir un buen trabajo y así "ser alguien en la vida", sabemos que sólo tenemos dos opciones: conseguir el éxito, o resignarnos a ser "nadie".
Bajo esta lógica, el prestigio, el reconocimiento, la popularidad, el nivel económico, etc. son lo único que nos garantiza tener una identidad. El éxito es lo único que nos permite "ser" . Lo mismo podría decirse sobre la vida personal, sólo si tienes el cuerpo perfecto, una pareja perfecta y muchas relaciones sexuales, puedes considerar que has logrado ser alguien.
No es fácil desafiar el mandato del éxito. Hay que ser muy valiente para atreverse a ver y a aceptar que se es vulnerable, para aceptar que no se puede todo, para aceptar que a veces no se puede y, lo más importante: que estamos en nuestro derecho de "no poder" .Los seres humanos, somos seres con limitaciones, por mucho que se nos exhorte a creer que podemos ser seres perfectos y omnipotentes, Aceptar esto nos colocará en una posición más favorable para llegar a conocer verdaderamente cuales son nuestras capacidades, y también a la hora de transitar por las pérdidas, los fracasos y las frustraciones que, inevitablemente, atravesaremos a lo largo de nuestra vida. Y aunque, cuando hablamos de la mente humana, no podemos ofrecer garantías, sí estamos en condiciones de afirmar rotundamente que transitar adecuadamente por las pérdidas y las frustraciones inherentes a la vida, es un factor decisivo a la hora de conseguir y mantener una buena salud psíquica y, con ello, conseguir una vida personal, social y profesional más satisfactoria. La clave está en darnos permiso para llorar por aquello que hemos perdido o que no hemos logrado, darnos un tiempo para estar tristes y reconocer ante los demás y, sobre todo, ante nosotros mismos que eso que queríamos, no lo hemos podido alcanzar (o que aquello que tanto apreciábamos, lo hemos perdido). Después de un tiempo, estaremos en mejores condiciones para ver que, a pesar de todo, quedan muchos sueños por lograr y muchas personas por conocer.
Esta es una empresa a la que no contribuye el mundo actual, Continuamente recibimos mensajes que niegan esta realidad. En los últimos años han surgido disciplinas como el coaching, la PNL o la psicología positiva que, siendo muy útiles para el crecimiento personal, resultan engañosas cuando se las utiliza para transmitir ciertas ilusiones de omnipotencia ilimitada y felicidad permanente y "obligatoria". Por eso muchas personas niegan su fracaso, su frustración y su tristeza, porque reconocerlos -ante sí mismo y/o ante los demás- significa verse como alguien que no encaja en la "sociedad del éxito" imperante en nuestros días y, por lo tanto significa sentirse excluido. Pero es importante que tengamos en cuenta que lo que no lloramos hoy, nos acompañará mañana .
Nuestro reto consiste en poder llegar a aceptar y a reconciliarnos con aquello que somos, ni más ni menos, que seres humanos únicos, con sus limitaciones y sus fortalezas . Esto implica comprender y asumir que, a veces podremos….y a veces no.
Patricia Truchado
Psicóloga - Psicoterapeuta
Coach
620 420 928
El Blog de Psicosubjetivo






